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La Torre de Hercules

Viñetas desde o Atlantico. Dia 6.

El programa de hoy consta de las siguientes actividades institucionales:

* 18:30 "El Capitán Trueno" con Joan Navarro

* 20:00 charla con Enrique Breccia.

Extraoficialmente, hay visitas a las exposiciones, compras compulsivas, comparaciones con las compras de los amigos, ¿que os voy a contar? Y hablando de exposiciones, os dejo los textos de la pagina oficial:

" Enrique Breccia

15/08/2005 / 28/08/2005

Pensar en los trabajos de Enrique Breccia trae a la memoria un torrente de imágenes asociadas a la historia de la historieta en España. Sí, es bien cierto que este dibujante argentino destila sus raíces por todas y cada una de sus viñetas, no es tampoco faltar a la verdad decir que, todos aquellos que hayan leído tebeos durante los años ochenta, aquellos del "Boom de la Cómic Adulto", tienen bien presente entre los personajes más emblemáticos de aquellos años a una de las creaciones de este genial autor: Alvar Mayor.

Incluso antes de Alvar Mayor, Enrique Breccia ya paseaba su potente blanco y negro por las páginas de aquellos delirantes e irónicos viajes de Marco Mono, haciéndonos gozar de un domino de la tinta como sólo los grandes maestros de la línea saben hacer.
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Después, como decía, fueron los tiempos de Alvar Mayor. Un antihéroe en los tiempos de la conquista española. A medio camino entre el realismo mágico y la crónica social, Alvar Mayor fue para muchos de nosotros una suerte de versión argentina de Corto Maltés, donde la conquista era el marco y la excusa para analizar comportamientos humanos que se repiten en cualquier época. Una oportunidad fantástica para mirarnos a nosotros mismos reflejados en el esperpéntico espejo de la conquista.

Tras Alvar Mayor, y la perfección en el blanco y negro, los lectores españoles descubrimos a Enrique Breccia en color. Una explosión de tonos que matizaba aún más sus ya esplendorosas páginas. El color nos trajo la luz, el matiz y la demostración de que este genial autor aún tenía mucho que decir.

Y cuando ya pensábamos que habíamos visto todo lo que este autor podía ofrecernos, se reinventa así mismo una vez más: esta vez como dibujante de superhéroes. Pero en Breccia los superhéroes no son sólo hombres y mujeres enfundados en trajes multicolores¿ No. Los superhéroes que Breccia hace son historietas de Enrique Breccia protagonizada por personajes que tienen grandes poderes pero que, por encima de eso, son inequívocamente historietas suyas.

La personalidad es ese indefinible cúmulo de elementos que nos hace singulares. Da igual el género o el tipo de historieta que trabaje; poco importa que sea histórico, de aventuras o de superhéroes: una historieta de Enrique Breccia siempre será un historieta de Enrique Breccia.
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y

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George Pratt

15/08/2005 / 28/08/2005

He tenido la suerte de poder ganarme la vida haciendo lo que más me gusta. Para mí pintar y dibujar es como el respirar o comer, y contar historias es una experiencia fantástica, así que no se me ocurre ninguna ocupación mejor que compartir lo que me gusta de este mundo mediante mis historias y dibujos.

Empecé a hacerlo a los 5 o 6 años. De niño tuvieron que hacerme dos operaciones a corazón abierto y me tiré largas temporadas en el hospital. Eran los años 1965 y 66, y en la tele echaban la serie de Batman. Me enganché a la serie. Batman era mi héroe. Desarrollé un sexto sentido para saber cuándo lo echaban. En mi habitación no había relojes y, además, yo ni siquiera sabía leer la hora, pero sí sabía cuándo había que encender la tele para ver a Batman. Mi familia empezó a traerme los cómics y ahí ya sí que se acabó todo, ya sólo quedana seguir sufriendo.

Con el paso de los años me convertí en un coleccionista compulsivo, me compraba todo lo que veía en cuatricomía en el kiosko. La verdad es que estoy enganchado al material impreso. Me encantan los libros, todo lo que vaya sobre papel. A día de hoy ya no colecciono cómics, pero sí libros antiguos, volúmenes de ilustraciones, etc. No me canso nunca, aunque ahora que tengo un hijo de cinco años he tenido que recortar muchísimo lo que me gasto.
lobezno
Mis cómics favoritos eran Batman, Sgto. Rock, The Haunted Tank, El Soldado Desconocido, El As Enemigo (como no), Tarzan (más Kubert), La Cosa del Pantano, La Sombra, Conan (de Barry Smith), y Terry y los Piratas! Tuve suerte. Mi padre era un niño de la Gran Depresión, así que crecí rodeado de Pulps y La Sombra, Doc Savage, G-8 y sus Ases de Batalla, Dusty Ayres, los Toonerville Trollies, Andy Gump, Joe Palooka, etc. Íbamos a visitar a mi abuelo en Amarillo y en el desván polvoriento se escondían todas aquellas revistas y libros geniales. Los Pequeños Grandes Libros! Allí conocía a Terry, Mandrake el Mago, Tom Mix, etc. y desde entonces estoy enganchado. No hay nada mejor que sentarse en lo alto del tejado en una larga y bochornosa tarde de tormenta, con los rayos empezando a atravesar los cielos, y leer a Terry y los Piratas, de Milton Caniff. Dios, si pudiera, volvería a vivirlo sin dudar ni un instante.

De pequeño también me interesaba la pintura. Mi tío era un pintor muy competente, aunque trabajaba más con pastel que con óleos. Venía de visita en Navidades y nos sentábamos los dos junto a la chimenea mientras él me hacía dibujos de Sherlock Homes y de otros personajes. Mi madre iba a clase de pintura y en casa había óleos con los que poder jugar. Un par de veces traté de hacer algo, pero lo único que logré fue acabar cubierto de pintura al óleo. Resultaba de lo más complicado. Más adelante me aventuré con pintura acrílica, y eso me resultó más fácil, pero no se parecía en nada al óleo. La verdad es que, de pequeño, traté de pintar sólo en dos o tres ocasiones. Por lo general me interesaban más los tebeos, los dibujos en blanco y negro, tratar de dominar las líneas y demás elementos: la distribución de masas de negro, los pinceles, el entintado, etc.

Aprendí a dibujar por imitación. Copiaba a todos mis ídolos artísticos. No calcaba ni usaba mesa de luz ni nada por el estilo, sino que aprendí mirando y esforzándome al máximo por entender lo que hacían. Bueno, aunque a dibujar, DIBUJAR, aprendí cuando me matriculé en Bellas Artes. Estaba aterrorizado porque pensaba que en realidad no tenía ni idea, y cuando salió la modelo el primer día de clase, desaparecieron todos mis miedos. Me di cuenta de que, por suerte, había estado fijándome en la obra de tíos que sabían dibujar de verdad y, por ósmosis, sabía qué tenía que hacer. Ojo, no digo que me saliesen dibujos extraordinarios ni nada por el estilo, seguía siendo un principiante, pero por lo menos tenía una idea de cuál tenía que ser el resultado y, aunque tuve que esforzarme para aprender, acabó por salirme con naturalidad.

Rembrandt me dejó extasiado. No me cansaba de analizar las reproducciones de su obra. Tenía también un par de libros de NC Wyeth que también me cautivaron, y la sombra de Frazzetta es alargada. No había nada mejor que encontrar una portada suya en los estantes. Cuando salieron los libros de Frazetta me sentí en el paraíso. Otro que me interesaba muchísimo era Norman Rockwell, me dediqué a conseguir todo lo que pude de su obra. Incluso recuerdo ahorrar todo lo que gané cortando el césped un verano para poder comprarme un libro enorme de Abrams sobre Rockwell. Me empapé de aquellas páginas

Mis padres me hicieron interesarme en los Impresionistas porque Pisarro era el favorito de mi padre. Yo no estaba listo todavía, me preocupaba demasiado por los tebeos y los dibujantes que contaban historias y todo eso. Lo que acabó por acercarme a ellos fue el libro del Studio, sobre todo la obra de Jeff Jones. Los originales de Jeff me obsesionaban y se convirtieron en mi objeto de reverencia. Me dejé los dedos tratando de obtener los mismos efectos que él, su línea, su color, sus formas, etc. Imitaba su estilo hasta el último detalle. Por suerte acabé por conocerle y por ir a pintar con él en mi primer curso en el Pratt Institute. Me prohijó, y poder ver a Jeff pintar valía su peso en oro. Para mí fue como sentarme junto a Rembrandt y verle trabajar mientras charlábamos.

O sea que fue Jeff el que me abrió los ojos al mundo del arte y la pintura en general. Lo mismo me ocurrió con otros en lo relativo a la línea, Frazetta, Kaluta y Wrightson, y bastantes más, pero Jeff me abrió la puerta a la pintura. Ya estaba emocionado con Sargent, Whistler, Klimt, Schiele, y otros y Jeff ayudó a avivar el fuego.

Creo que me apasiona la pintura porque supone un desafío. Puedo sentarme y dibujar, es bastante intuitivo, casi inconsciente, igual que con las acuarelas, pero con el óleo tengo que tomar decisiones conscientes sobre la composición, la calidad pictórica, el color y la atmósfera. Igual que cuando escribo, no puedo poner el piloto automático.

Creo que el producto final es mucho más contemplativo para el espectador. No me interesa impregnar mi obra pictórica de determinada ideología. Por eso me gusta escribir. para mí es ése el entorno adecuado para las ideas. Los cuadros son vehículos de la pintura, una combinación exquisita de color, línea, tono, etc. Sí, puedo lanzar ideas sobre el lienzo, pero seguro que acaban malinterpretadas. nadie entenderá realmente qué quiero decir, y así tiene que ser. Diablos, que las pinturas no son palabras. Incluso al escribir algo llano y obvio hay malentendidos, así que los cuadros permiten que el público llegue, los vea y se lleven algo a casa, aunque sea sin querer. Es una forma de comunicación preciosa. Muy pura.

He tenido la suerte de contar con profesores fantásticos en la escuela de Bellas Artes: Barron Storey, David Passalaqua, Gerry Contreras, Giuseppe San Fillipo y Donn Albright. Son personas de mucho talento, y no sólo por ser grandes artistas y profesores, sino porque me enseñaron mucho más que eso. Alimentaron mi alma, me animaron a ser algo más que un artista. Tuve mucha suerte al contar con esos profesores en el Pratt Institute, la escuela de Bellas Artes a la que asistí.

Y también he podido contar con otros profesores que no lo eran per se, sino que se trata de creadores individuales que dedicaron parte del precioso tiempo de sus ajetreadas vidas para darme una serie de lecciones maravillosas que, años antes, les habían dado a ellos. Ninguno de ellos me pidió nunca nada a cambio. Nada. Sencillamente querían que transmitiese ese conocimiento, y es lo que he tratado de hacer.

Por supuesto que, como aficionado, también he estudiado la obra de muchos grandes creadores en el mundo del cómic, de la pintura, etc. El mundo es una escuela y, si hay suerte, nunca se deja de aprender. Las cosas que me interesan se retroalimentan e intercambian a la hora de animarme, aunque cada una tenga algo propio. Puedo perderme con el Photoshop y la disposición de página en el ordenador, creando el material de reproducción, escribiendo o lo que sea, pero pintar y dibujar son actos inmediatos y táctiles, ejercitan los sentidos. Y para mí la sensación de logro es mucho mayor, aunque escribir me obliga a esforzarme al máximo, a crear imágenes con palabras.

Además de escribir, pintar y dibujar, llevo ya bastantes años dando clases. No hay nada más satisfactorio que ver cómo le brillan los ojos a un autor joven y contemplar cómo evoluciona su obra.

Si mis obras tienen algún éxito, espero que sea porque os hablan directamente al corazón. Si mi obra os alegra, entristece, enfada- o lo que sea, entonces ha cumplido su función. Si la obra no suscita ninguna respuesta del espectador, ha fracasado. Me encanta compartir las cosas, las buenas y las malas. No hay otra forma de aprender.

George Pratt
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