Blogia
La Torre de Hercules

No hay escuela para ti por ser niña. El Diario de Ma yan 1.

Copio y pego directamente desde Historias de la Ciencia. Es largo, pero pienso que vale la pena. Enlaces y mas informacion, al final. Es una historia real. Y es dura. Y jodida. Es tu eleccion leerla, dejarla a la mitad o pasar de todo e irte aqui o aqui.

"

La historia de este libro empieza en 2001. Pierre Haski, corresponsal en Pekín del diario francés Libération, fue en una expedición a un pueblo de China llamado Zhang Jia Shu, en el distrito rural del sur de Ningxia. La expedición se disponía a marchar cuando una campesina entregó a una de las mujeres que iba en esta expedición, Sarah Neiger, unos cuadernitos marrones repletos de ideogramas finamente trazados con un lápiz y una carta. La campesina insistió en que se los quedase como si su vida dependiera de ello. Sarah no sabía leer aquello, pero se los llevó.

De vuelta a Pekín supieron de qué se trataba. Era el diario de una niña de 13 años llamada Ma Yan a la que su madre le había dicho que ya no podría volver a la escuela. Hemos de pensar que estoy hablando de lugares donde la pobreza llega a un extremo más allá de lo imaginable.

Un pueblo donde no hay agua corriente: se abastecen del agua recuperada del deshielo, de la nieve o de la lluvia. Cuando se les agota, tienen que ir a un pozo de “agua amarga” a una hora de camino del pueblo. A pie, por supuesto. Ese agua irrita la piel si se usa para aseo personal. Los campesinos van varias veces por semana y vuelven con ese agua amarga en dos cubos que llevan atados a unas palancas sobre los hombros. Debido al peso, los niños sólo pueden llevar uno. En casos desesperados, piden a las autoridades que les envíen un camión cisterna.

Ma Yan proviene de una familia pobre con unas raíces pobres. Su abuelo participó como “voluntario” en la guerra de Corea (1950-1953). Todavía recordaba que las tropas enemigas, los americanos y sus aliados, le rodearon y por falta de agua tuvo que beberse la orina de su caballo antes de matarlo y comérselo.

Comer carne es un lujo. Pueden pasar meses, incluso un año, sin hacerlo. Para conseguir el bolígrafo con el que había escrito esa carta, Ma Yan había tenido que privarse de comida durante 15 días. A veces, el padre de Ma Yan se va meses para ir a trabajar a una obra y, en algunos casos, le engañan y acaban no pagándole por su trabajo.

Esa sociedad no es nada igualitaria con hombres y mujeres. La cita de Mao: Las mujeres son la mitad del cielo, no deja de ser una frase vacía en estos lugares. Las chicas como Ma Yan no suelen ir a la escuela más de tres o cuatro años, tiempo suficiente para aprender a leer y escribir. Teóricamente, la duración de estudios obligatoria en China es de 9 años. La hipocresía no tiene límites.

Sólo se da importancia a que estudien los niños. La lógica es implacable: cuando una chica se casa, abandona su familia y se une a la de su marido, con lo que se pierde la “inversión” realizada en su educación. Aunque los puedan estar a favor de la igualdad, en caso de falta de dinero, las primeras en pagar no yendo a la escuela son las chicas.

Una sociedad claramente machista y clasista en la que su madre no le permite llevar falda o los brazos descubiertos. Cuando llegan a la ciudad, son objeto de todo tipo de burlas, pues los acentos regionales les delatan ya que su pronunciación no es “noble”.

Aunque la madre de Ma Yan quiere que su hija siga estudiando, no puede pagárselo. Son esas cosas que tienen las situaciones de pobreza extrema. La madre tenía que ceder ante dificultades como tener que pagar 3,5 yuanes de inscripción a un examen y sólo disponer de 3. Además, se condena a las chicas al matrimonio pactado. Para las chicas de 16 años, buscar un marido por su cuenta es un “deshonor” y en China, el deshonor puede incluso causar la muerte.

Pero Ma Yan quiere volver a la escuela. Cada vez que salía el tema en casa, la joven se indignaba. Hacía un año que había tenido que dejarla aunque los profesores insistían a la madre para que no abandonara los estudios. Cuando los periodistas volvieron para verla, la madre les explicó con un nudo en la garganta: Soy una madre con el corazón lleno de amargura. Sabía que yo no podía enviar a mi hija a la escuela para acabar su quinto año. Ella me dio esta carta, pero yo no sé leer. Pero insistió: “Léela y sabrás hasta qué punto soy desgraciada”. Me la leyeron y lo entendí.

Y es que esa carta, escrita en el reverso de un manual para el cultivo de judías y llena de tachaduras, es desgarradora. Explica cómo se la lleva aparte para explicarle que no pueden seguir manteniendo que vaya a la escuela, pero a sus dos hermanos sí. Comienza con un título en ideogramas más grandes: Quiero estudiar. Recuerda la conversación: ¿Y por qué los niños pueden estudiar y las niñas no? preguntaba Ma Yan. La respuesta de la madre: Cuando seas mayor, lo entenderás. Y sigue con un texto que incita a la reflexión: ¿Cómo me puedes decir una cosa así? Hoy en día no se puede vivir sin haber estudiado.

Y finaliza con una frase que… en fin, juzgad vosotros mismos:

Quiero estudiar, mamá, ¡no quiero volver a casa! ¡Sería fantástico poder quedarse en la escuela para siempre!

Y tampoco penséis que esas escuelas son la panacea. Ma Yan explica que está en ella toda la semana. Para ir y volver tiene un camino que tarda en recorrer entre cuatro y cinco horas a pie en el que puede llover, nevar o hacer calor. Los niños pobres como ella suelen llegar con los pies hinchados o helados por el frío glacial. Allí, los inviernos son dominados por la nieve y el hielo, y en verano se puede llegar a los 40ºC. Lleva unos zapatos de tela hechos por su madre que se empapan en seguida. Por si fuera poco, también son frecuentes los atracos en los que pueden quitarle sus tesoros, como los lápices o los cuadernos. Los niños “ricos” pueden permitirse, por un yuan, ir en los tractores con remolque.

En una ocasión pudo pagarse un viaje en tractor. Al bajar el padre del conductor la miraba con desprecio. Ma Yan escribió en su diario:

No te creas que todos los alumnos son auténticos pobres. Hay alumnos ricos y alumnos pobres. No me tomes por una alumna cualquiera. Si tengo que responder alto y fuerte, lo haré. No creas que la gente no sabe hacer frente a las injurias ni pelearse. Yo no soy como los demás. Si alguien me ofende, guardaré su nombre en el fondo de mi corazón para siempre. Jamás lo olvidaré.

Porque como ella misma opina de sí misma: No soy peor que los demás, sólo como y me visto peor que ellos.

Tiene un solo traje para ir al colegio: una camisa blanca y un pantalón rojo y los lava cada fin de semana con el fin de poder llevarlo al lunes siguiente.

Y hay más. En esas escuelas todavía se practica el castigo físico. El profesor golpea con mucha fuerza en la nuca. Otros profesores usan varillas rígidas incluso con las chicas. En cierta ocasión, afirma Ma Yan, un profesor arrancó un trozo de oreja a un alumno. Ni los padres ni los alumnos pueden quejarse.

Repetir curso es un “deshonor” incluso para la familia. La competencia en la escuela llega a puntos que ni sus familiares le dejan los apuntes, pues no quieren que sea la primera de la clase. Las comidas en la escuela no son copiosas. Tienen un pequeño cuenco de arroz. Ma Yan pide algunas patatas de acompañamiento o alguna verdura. En ocasiones, ni los miembros de su familia le dan.

Parece mentira que cuando escribió el diario esta niña tuviera 13 años. Todos y cada uno de los días en que apunta algo acaba con las mismas conclusiones: tengo que estudiar, tengo que hacerlo para poder salir de aquí, tengo que estudiar para ser digna del trabajo de mis padres. Siente auténtica veneración por su madre, Bai Juhua, que tiene que trabajar muchas veces en condiciones penosas a más de 400 km de casa.

El reportaje sobre Ma Yan con fragmentos de su diario salió publicado en Libération el 11 de enero de 2002. Hubo una oleada de solidaridad de los lectores. Muchos de ellos, emocionados por su voluntad de seguir estudiando, se ofrecieron a ayudarla para que siguiera con sus estudios. Otros se sentían culpables “por ser ricos”. En febrero del mismo año se publicó en Italia y la reacción fue similar. Una pareja les explicó:

Tenemos que hacer frente al problema de nuestra hija, a la que no le gusta el colegio a pesar de tener capacidades más que suficientes. ¡Incluso hay que forzarla para que vaya a su clase de danza! Sólo tiene doce años y este artículo puede ayudarnos a hacerle entender por qué su actitud no nos parece la correcta.

Un amigo chino de los periodistas, procedente de la capital regional, se burló un poco del deseo de ayudar a Ma Yan. En su opinión, las adversidades y el peso de la tradición se impondrían sobre ella: Una familia tan pobre como esta no puede permitirse pagar la educación de su hija. Le buscarán novio en cuanto cumpla 16 años, porque sus padres necesitan el dinero que obtendrán con esta unión para, más tarde, poder casar a sus dos hijos más jóvenes. Los chicos tienen prioridad.

Aparte de la, ya de por sí, impresionante voluntad de Ma Yan por seguir estudiando, también lo son sus opiniones sobre situaciones que vive. Por ejemplo, le explican que cierta abuela que recoge fa cai (un cierto tipo de hierba) canta y baila mientras lo hace. Le dicen que, aunque sea vieja, tiene un corazón alegre y un carácter abierto. Ma Yan escribió:

No me creo esta explicación. Creo que se trata de una mujer triste y, sin duda, desgraciada. ¿Por qué? Porque mi madre ha hecho el mismo trabajo. Esta abuela se ha pasado la vida recogiendo hierba, jamás ha llevado una ropa decente y tenía que ganar dinero para encontrar una buena esposa para su hijo… Ahora su vida carece hasta tal punto de sentido que su única alegría es bailar. Si no baila ahora, ya no lo hará nunca.

¿Y para qué vivimos? Los ricos mueren después de haber probado todos los placeres. Es una muerte feliz. La gente sin dinero tiene que vivir con lágrimas en los ojos. Si mueren, es una muerte dolorosa. Esa es la verdad.

Impresionante, ¿verdad? Ma Yan recuerda a menudo en una frase de su madre:

Poco importan las dificultades y el cansancio, os pagaré los estudios para que os convirtáis en gente de talento, para que podáis aportar vuestra contribución al país y no tengáis que vivir una vida sin interés como la mía.

Los periodistas, en una expedición posterior, llevaron a la madre de Ma Yan al hospital, pues padecía de fuertes dolores de estómago desde hacía mucho tiempo. Le diagnosticaron una úlcera de estómago con otras complicaciones. Ma Yan, que jamás había salido de Ningxia descubrió la ducha, la bañera, el váter, era la primera vez que utilizaba jabón (en su casa se lavan con detergente), se subió por primera vez en un ascensor, observó a las adolescentes en minifalda, sentadas detrás de las motos… incluso sintió vértigo en unos grandes almacenes.

Otro padre de familia parecida a la de Ma Yan hace otra reflexión. Recordad que es un campesino pobre, sin formación y este, encima, inválido. La reflexión la dirigió en forma de carta a los dirigentes chinos, pero también a los “camaradas de las regiones desarrolladas” y a nosotros mismos, los extranjeros:

El desarrollo de la agricultura depende de la ciencia; la ciencia depende de las personas con talento; el talento se adquiere con la educación. Pero, ¿de qué depende la educación? La pobreza es la responsable de que todos esos niños dejen la escuela. La pobreza es más cruel que la muerte ¿Cuántos niños entraron en la escuela con risas para abandonarla entre lágrimas? ¿Cuántos ojitos en las regiones pobres están ahora mismo esperando a alguien que los salve de la “muerte” mientras están al servicio del desarrollo económico local?

Nada mal para ser un pobre e inculto campesino, ¿verdad?

La cuestión es que después de intercambios de ideas con muchos lectores, decidieron poner en marcha un fondo de ayuda para que los hijos de las familias de esa región de Ningxia pudieran volver a la escuela. En verano de 2002 se creó la asociación llamada Enfants du Ningxia.

Pero me quedo con la citada frase que sobrecoge a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad:

Quiero estudiar, mamá, ¡no quiero volver a casa! ¡Sería fantástico poder quedarse en la escuela para siempre!

Este libro debería ser de lectura obligada en la enseñanza secundaria. Yo, de mayor, quiero ser como Ma Yan. "

Para terminar, por ahora, la historia, os copio esto desde los comentarios del post original:

* Me quedo con ganas de saber que ha sido de esta niña… ¿Volvió a la escuela? ¿Que edad tiene ahora?

* en el enlace de Enfants du Ningxia tienes información de ello. Ma Yan ha tenido suerte, pues la fama la sacó del mundo donde estaba. Desgraciadamente, quedan otras muchas Ma Yan por el mundo.

 

* Enfants du Ningxia. En ingles y en Frances.

2 comentarios

Juanpa -

En españa Amigos de La infancia China www.amic.eu.org recoge fondos para subveniconar los estudios en Ningxia a tavés de Enfants, y ha publicado su historia en castellano y catalán.

vane -

Sobrecogedor :(