Viñetas desde o Atlantico. Dia 1. Los tebeos de mama.
Copiado y pegado desde la pagina oficial, con el nombre de su autor y todo, que aqui somos legales y decentes. Eso si, la foto fue encontrada navegando por la web de Glenat. Por cierto, Esther y su mundo se tradujo como Patty´s World cuando se publico en Reino Unido, lo que me hace gracia y dedico a la webmisstress del primer enlace de la izquierda:
"Los tebeos de mamá"
15/08/2005 / 28/08/2005
El tebeo español nace con los primeros años del siglo XX y se afianza entre 1910 y 1930, como un producto editorial definido por su contenido predominante y mayoritario de historietas. Los primeros tebeos surgen a partir de la evolución del modelo del semanario cómico de contenidos variados, sin complicaciones ni mayor intencionalidad moral o ideológica, popularizados desde finales del siglo XIX.
Es entonces cuando una serie de editores de sesgo industrial, que muchas veces ya publican diversas publicaciones populares, pretenden capitalizar el nuevo público lector que está surgiendo en las concentraciones urbanas de principios de siglo, y en concreto buscan motivar a los lectores infantiles que comienzan a aparecer en estos años. Se trata de crear una demanda, fidelizando la compra que el niño de entonces hace de pliegos de aleluyas, cromos, romances, novelitas por entregas y otros papeles populares, para que la compra deje de ser ocasional y se convierta en periódica y semanal. Los editores pretenden crear una necesidad lectora, potenciando un nuevo nicho sociológico del entonces naciente mercado de la prensa recreativa.
Estos editores partían de la prensa que había incorporado la imagen a sus páginas: revistas gráficas de información, revistas de humor gráfico, revistas de información y curiosidades apoyadas por dibujos y fotografías, y suprimían de ellas todas las alusiones y la temática más adulta, buscando un producto editorial lo más aséptico posible, generalmente de humor blanco, en cuyas páginas se reunían contenidos variados de curiosidades y amenidades, breves relatos e historias exóticos, anécdotas y chascarrillos y todo ello servido por el humor gráfico y la historieta, un medio que ya contaba con medio siglo de existencia en España.
Estas primeras publicaciones, que inicialmente recibieron el calificativo de semanarios cómicos y más tarde el de tebeos (a partir de la popularización del título de uno de los más conocidos en aquel primer tercio del siglo XX), se desarrollaron en gran medida gracias a la diversificación temática por géneros narrativos. Los primeros "tebeos de género" son los que se basan en la gran atracción de aquellos años, de la que derivarán personajes, héroes y tebeos: el cinematógrafo, aún a mitad del camino entre la atracción de barraca de feria y el gran espectáculo, con unos primeros títulos en los que se une el humor con un tipo de aventura esquemática, en historietas resueltas con un grafismo que debe mucho a las pautas jocoserias del humor gráfico español del siglo XIX. Son: Charlot, "semanario festivo", 1916; Charlotín, "semanario festivo peliculero infantil, 1917: Max Linder, 1917; Fatty, "setmanari infantil català", 1919.
Será peculiar el hecho de que los primeros tebeos españoles se dirigen a "todos los públicos", sin distinción de sexo ni edad, llegando muchas veces hasta los grupos de adultos apenas alfabetizados. Y que cuando se impone la temática por géneros éstos parezcan orientarse sobre todo y expresamente hacia los lectores masculinos, con historietas de género del oeste y de indios, marítimo y de piratas, policiaco, de aventuras espaciales, bélico y de todo tipo de aventuras y aventureros. Mientras que las niñas lectoras tendrán que conformarse con leer los tebeos de humor para todos los públicos y los tebeos de sus hermanos, hasta que surge un nuevo tipo de tebeos pretendidamente para niñas, que se concentran desde su inicio y durante muchas décadas en lo que podemos llamar el "género sentimental".
La actuación de los editores industriales, siempre ansiosos de ampliar su público y de captar nuevos lectores, llevará al nacimiento, más o menos casual y más o menos copiado de títulos de otros países, del primer tebeo español dirigido expresamente a las niñas. Este primer título "femenino" fue B B, que comenzó a editarse en 1920 con el subtítulo de "suplemento femenino de TBO", por más que desde el primer número tuviese entidad propia muy lejana de lo que era el TBO. Inspirado en la revista francesa Le Poupée Modele, B B presenta la gran novedad de ofrecer por primera vez historietas que teóricamente están pensadas y dibujadas en función de las niñas, por más que todos sus dibujantes y guionistas sean hombres y su mayor y casi única peculiaridad se base en que los protagonistas de las historietas son femeninos.
La aparición de B B hay que valorarla por referencia a todo un contexto social en el que la mujer española está conquistando paso a paso los derechos más elementales. En una sociedad patriarcal en la que se reduce lo femenino a la vida religiosa o a la cocina y la maternidad, los editores pretenden potenciar a la mujer como público consumidor. Ello generará una corriente de prensa femenina, que viene ya desde el XIX, en la que se contempla cómo la mujer oscila entre una nueva entidad de género y cómo éste es utilizado por la sociedad para segregar a la mujer, incluso y precisamente a través de su propia prensa. En esta etapa y hasta la guerra civil española aparecen los tebeos para niñas: La Nuri, 1925, La Chiquilla, 1927, Mari-Luz, 1934 y suplementos para niñas en la prensa adulta, como La Mujer, el niño y el hogar en el diario El Sol, en los años 30, Miniatura, Sección especial para las niñas en la revista El Hogar y la Moda, en 1934, etc., que no aportan nada realmente nuevo a las lectoras, aunque contribuyen a afianzar la idea de una prensa femenina para niñas.
No obstante, estos títulos quedan en simples ejercicios, puro virtuosismo editorial sin continuidad hasta después de la guerra civil española, momento que marca el boom del tebeo español de todos los tipos, de todos los formatos y modelos, de todos los géneros, de todos los públicos, momento en que el tebeo para niñas vuelve a nacer, se afianza y tiene un desarrollo espectacular.
Cuando el franquismo se instala en el poder tras la guerra, es la derecha tradicional de toda la vida la que se instala y la que va a controlar España durante cuarenta años. La sociedad española retrocede prácticamente hasta los niveles a que se encontraba treinta años antes, en lo político, en lo económico, en lo sociológico... y la situación de la mujer retrocede a los niveles de un país tercemundista.
El nuevo régimen se va a debatir en una contradicción constante, que en lo referido a la mujer se resuelve unas veces con buenas maneras y con una estética amable, como es en nuestro campo el caso del tebeo Mis Chicas, 1941, ejemplo del estatus de la buena sociedad burguesa española de toda la vida, católica, civilizada y conservadora; mientras que un tebeo como Florita, 1949, se encuentra en el otro extremo del espectro, como ejemplo de la estética de los nuevos ricos que progresan en la España del estraperlo, revistiendo de lecciones de buena educación la estridencia y la malas formas de la lucha por la supervivencia. Entre uno y otro ejemplo, nos quedan docenas y docenas de colecciones de cuadernos de historietas de hadas, que chorrean sentimentalismo fácil, pobladas por pastorcitas lindas y desvalidas, príncipes redentores, bondadosas hadas madrina, animalitos encantados, enanos encantadores y malos malísimos, son tebeos como Azucena, Lindaflor, Tres Hadas, Pilarín, Marisol, Carmencita, Cuentos de la Abuelita, Golondrina, Las Hadas, etc., etc., que van a configurar el imaginario colectivo de varias generaciones de niñas españolas.
Y como prolongación de estos años, entre las dos aguas de la España de la posguerra y la del despegue económico están las revistas para niñas de contenido variado, con un predominio de historietas de humor, de historias sentimentales y, a veces, de aventuras a medio gas.
Después de Florita, Estrellita y Mariló es la etapa de las revistas hechas en serie de Bruguera: Sissi, Mundo Juvenil, Sissi Juvenil, Blanca, hasta llegar a Lily y después a Esther.
Cuando el régimen inicia un tímido y muy lento desarrollo, al que contribuyen decisivamente la emigración laboral (durante más de una década los españoles serán los subsaharianos de Europa) y el turismo, se inicia también la evolución sociológica del país, primero lentamente, después más y más aceleradamente: cambian las modas, cambian los gustos, cambia la música, cambian las costumbres... Y lo más importante: cambia la sociedad. Ello se va a reflejar en las aspiraciones de la mujer, que ya no quiere ser lavandera, costurera, planchadora, ni tampoco dependienta u oficinista para ganarse la vida. Ahora los modelos que se proponen a las niñas y a las jovencitas desde los medios son: azafata, modelo, periodista, cantante, médico, escritora, abogada, arquitecto... se trata, en definitiva, de acceder a las clases privilegiadas.
Ya no se trata de que la pastorcita encuentre al príncipe azul, en la España del desarrollo la hija de familia o la universitaria aún continúan aspirando, más que nunca, al amor y a realizarse en el matrimonio, pero las lectoras se han vuelto "modernas" y leen colecciones como Rosas Blancas, Claro de Luna, Lilian azafata del aire, Tu romance, Mary Noticias, Romántica o Babette, aunque ya comienzan a desertar de los tebeos para pasarse a la fotonovela y al erotismo blando de Corín Tellado. Estamos a las puertas del cambio, a pocos años de la transición política española, cuando el mercado de los tebeos y el quiosco se vuelven "territorio comanche" y los editores pierden absolutamente el norte sin saber qué hacer porque nunca han sabido cual era su función como editores.
Finalmente todo se remansará, y las niñas de los años cuarenta son las madres de ayer, de hoy o de mañana. "Esther y su mundo" se convierte en un mito de la historieta para niñas en España. Surgen nuevos tebeos femeninos, aunque ahora se les llamará revistas: Gina, Jana, Pecosa, Barbie, Sindy, y, lo más moderno, Witch. Al final todo ha cambiado para volver al origen: ese gran parque temático de los sentimientos, ese mundo particular, íntimo, sensible, más adolescente que infantil, siempre femenino, que permanece entre las ruinas de la sociedad del siglo XX.
Y cuando parecía que los tebeos de mamá ya eran historia y que las niñas y las jóvenes de hoy se volcaban hacia otros medios, se ha producido el fenómeno del manga japonés, que según dicen los editores industriales ha hecho que las chicas vuelvan a leer cómics...
Antonio Martín"
"Los tebeos de mamá"
15/08/2005 / 28/08/2005
El tebeo español nace con los primeros años del siglo XX y se afianza entre 1910 y 1930, como un producto editorial definido por su contenido predominante y mayoritario de historietas. Los primeros tebeos surgen a partir de la evolución del modelo del semanario cómico de contenidos variados, sin complicaciones ni mayor intencionalidad moral o ideológica, popularizados desde finales del siglo XIX.
Es entonces cuando una serie de editores de sesgo industrial, que muchas veces ya publican diversas publicaciones populares, pretenden capitalizar el nuevo público lector que está surgiendo en las concentraciones urbanas de principios de siglo, y en concreto buscan motivar a los lectores infantiles que comienzan a aparecer en estos años. Se trata de crear una demanda, fidelizando la compra que el niño de entonces hace de pliegos de aleluyas, cromos, romances, novelitas por entregas y otros papeles populares, para que la compra deje de ser ocasional y se convierta en periódica y semanal. Los editores pretenden crear una necesidad lectora, potenciando un nuevo nicho sociológico del entonces naciente mercado de la prensa recreativa.
Estos editores partían de la prensa que había incorporado la imagen a sus páginas: revistas gráficas de información, revistas de humor gráfico, revistas de información y curiosidades apoyadas por dibujos y fotografías, y suprimían de ellas todas las alusiones y la temática más adulta, buscando un producto editorial lo más aséptico posible, generalmente de humor blanco, en cuyas páginas se reunían contenidos variados de curiosidades y amenidades, breves relatos e historias exóticos, anécdotas y chascarrillos y todo ello servido por el humor gráfico y la historieta, un medio que ya contaba con medio siglo de existencia en España.
Estas primeras publicaciones, que inicialmente recibieron el calificativo de semanarios cómicos y más tarde el de tebeos (a partir de la popularización del título de uno de los más conocidos en aquel primer tercio del siglo XX), se desarrollaron en gran medida gracias a la diversificación temática por géneros narrativos. Los primeros "tebeos de género" son los que se basan en la gran atracción de aquellos años, de la que derivarán personajes, héroes y tebeos: el cinematógrafo, aún a mitad del camino entre la atracción de barraca de feria y el gran espectáculo, con unos primeros títulos en los que se une el humor con un tipo de aventura esquemática, en historietas resueltas con un grafismo que debe mucho a las pautas jocoserias del humor gráfico español del siglo XIX. Son: Charlot, "semanario festivo", 1916; Charlotín, "semanario festivo peliculero infantil, 1917: Max Linder, 1917; Fatty, "setmanari infantil català", 1919.
Será peculiar el hecho de que los primeros tebeos españoles se dirigen a "todos los públicos", sin distinción de sexo ni edad, llegando muchas veces hasta los grupos de adultos apenas alfabetizados. Y que cuando se impone la temática por géneros éstos parezcan orientarse sobre todo y expresamente hacia los lectores masculinos, con historietas de género del oeste y de indios, marítimo y de piratas, policiaco, de aventuras espaciales, bélico y de todo tipo de aventuras y aventureros. Mientras que las niñas lectoras tendrán que conformarse con leer los tebeos de humor para todos los públicos y los tebeos de sus hermanos, hasta que surge un nuevo tipo de tebeos pretendidamente para niñas, que se concentran desde su inicio y durante muchas décadas en lo que podemos llamar el "género sentimental".
La actuación de los editores industriales, siempre ansiosos de ampliar su público y de captar nuevos lectores, llevará al nacimiento, más o menos casual y más o menos copiado de títulos de otros países, del primer tebeo español dirigido expresamente a las niñas. Este primer título "femenino" fue B B, que comenzó a editarse en 1920 con el subtítulo de "suplemento femenino de TBO", por más que desde el primer número tuviese entidad propia muy lejana de lo que era el TBO. Inspirado en la revista francesa Le Poupée Modele, B B presenta la gran novedad de ofrecer por primera vez historietas que teóricamente están pensadas y dibujadas en función de las niñas, por más que todos sus dibujantes y guionistas sean hombres y su mayor y casi única peculiaridad se base en que los protagonistas de las historietas son femeninos.
La aparición de B B hay que valorarla por referencia a todo un contexto social en el que la mujer española está conquistando paso a paso los derechos más elementales. En una sociedad patriarcal en la que se reduce lo femenino a la vida religiosa o a la cocina y la maternidad, los editores pretenden potenciar a la mujer como público consumidor. Ello generará una corriente de prensa femenina, que viene ya desde el XIX, en la que se contempla cómo la mujer oscila entre una nueva entidad de género y cómo éste es utilizado por la sociedad para segregar a la mujer, incluso y precisamente a través de su propia prensa. En esta etapa y hasta la guerra civil española aparecen los tebeos para niñas: La Nuri, 1925, La Chiquilla, 1927, Mari-Luz, 1934 y suplementos para niñas en la prensa adulta, como La Mujer, el niño y el hogar en el diario El Sol, en los años 30, Miniatura, Sección especial para las niñas en la revista El Hogar y la Moda, en 1934, etc., que no aportan nada realmente nuevo a las lectoras, aunque contribuyen a afianzar la idea de una prensa femenina para niñas.
No obstante, estos títulos quedan en simples ejercicios, puro virtuosismo editorial sin continuidad hasta después de la guerra civil española, momento que marca el boom del tebeo español de todos los tipos, de todos los formatos y modelos, de todos los géneros, de todos los públicos, momento en que el tebeo para niñas vuelve a nacer, se afianza y tiene un desarrollo espectacular.
Cuando el franquismo se instala en el poder tras la guerra, es la derecha tradicional de toda la vida la que se instala y la que va a controlar España durante cuarenta años. La sociedad española retrocede prácticamente hasta los niveles a que se encontraba treinta años antes, en lo político, en lo económico, en lo sociológico... y la situación de la mujer retrocede a los niveles de un país tercemundista.
El nuevo régimen se va a debatir en una contradicción constante, que en lo referido a la mujer se resuelve unas veces con buenas maneras y con una estética amable, como es en nuestro campo el caso del tebeo Mis Chicas, 1941, ejemplo del estatus de la buena sociedad burguesa española de toda la vida, católica, civilizada y conservadora; mientras que un tebeo como Florita, 1949, se encuentra en el otro extremo del espectro, como ejemplo de la estética de los nuevos ricos que progresan en la España del estraperlo, revistiendo de lecciones de buena educación la estridencia y la malas formas de la lucha por la supervivencia. Entre uno y otro ejemplo, nos quedan docenas y docenas de colecciones de cuadernos de historietas de hadas, que chorrean sentimentalismo fácil, pobladas por pastorcitas lindas y desvalidas, príncipes redentores, bondadosas hadas madrina, animalitos encantados, enanos encantadores y malos malísimos, son tebeos como Azucena, Lindaflor, Tres Hadas, Pilarín, Marisol, Carmencita, Cuentos de la Abuelita, Golondrina, Las Hadas, etc., etc., que van a configurar el imaginario colectivo de varias generaciones de niñas españolas.
Y como prolongación de estos años, entre las dos aguas de la España de la posguerra y la del despegue económico están las revistas para niñas de contenido variado, con un predominio de historietas de humor, de historias sentimentales y, a veces, de aventuras a medio gas.
Después de Florita, Estrellita y Mariló es la etapa de las revistas hechas en serie de Bruguera: Sissi, Mundo Juvenil, Sissi Juvenil, Blanca, hasta llegar a Lily y después a Esther.
Cuando el régimen inicia un tímido y muy lento desarrollo, al que contribuyen decisivamente la emigración laboral (durante más de una década los españoles serán los subsaharianos de Europa) y el turismo, se inicia también la evolución sociológica del país, primero lentamente, después más y más aceleradamente: cambian las modas, cambian los gustos, cambia la música, cambian las costumbres... Y lo más importante: cambia la sociedad. Ello se va a reflejar en las aspiraciones de la mujer, que ya no quiere ser lavandera, costurera, planchadora, ni tampoco dependienta u oficinista para ganarse la vida. Ahora los modelos que se proponen a las niñas y a las jovencitas desde los medios son: azafata, modelo, periodista, cantante, médico, escritora, abogada, arquitecto... se trata, en definitiva, de acceder a las clases privilegiadas.
Ya no se trata de que la pastorcita encuentre al príncipe azul, en la España del desarrollo la hija de familia o la universitaria aún continúan aspirando, más que nunca, al amor y a realizarse en el matrimonio, pero las lectoras se han vuelto "modernas" y leen colecciones como Rosas Blancas, Claro de Luna, Lilian azafata del aire, Tu romance, Mary Noticias, Romántica o Babette, aunque ya comienzan a desertar de los tebeos para pasarse a la fotonovela y al erotismo blando de Corín Tellado. Estamos a las puertas del cambio, a pocos años de la transición política española, cuando el mercado de los tebeos y el quiosco se vuelven "territorio comanche" y los editores pierden absolutamente el norte sin saber qué hacer porque nunca han sabido cual era su función como editores.
Finalmente todo se remansará, y las niñas de los años cuarenta son las madres de ayer, de hoy o de mañana. "Esther y su mundo" se convierte en un mito de la historieta para niñas en España. Surgen nuevos tebeos femeninos, aunque ahora se les llamará revistas: Gina, Jana, Pecosa, Barbie, Sindy, y, lo más moderno, Witch. Al final todo ha cambiado para volver al origen: ese gran parque temático de los sentimientos, ese mundo particular, íntimo, sensible, más adolescente que infantil, siempre femenino, que permanece entre las ruinas de la sociedad del siglo XX.
Y cuando parecía que los tebeos de mamá ya eran historia y que las niñas y las jóvenes de hoy se volcaban hacia otros medios, se ha producido el fenómeno del manga japonés, que según dicen los editores industriales ha hecho que las chicas vuelvan a leer cómics...
Antonio Martín"
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