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La Torre de Hercules

El Cuervo.

El Cuervo
(1845)

Por Edgar Allan Poe
"Poesías Completas"
Traducción: Ana Burgert
Edgar Allan Poe, Claridad, 2005


Una fosca medianoche, cuando en tristes reflexiones,
sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones
inclinaba soñoliento la cabeza, de repente a mi puerta oí llamar:
como si alguien, suavemente se pusiese con incierta mano tímida
[a tocar:
"Es -me dije- una visita que llamando está a mi puerta:
Eso es todo, ¡y nada más!"

¡Ah! Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo,
y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo.
Cuán ansioso el nuevo día deseaba, en la lectura procurando en
[vano hallar
tregua a la honda desventura de la muerte de Leonora, la
[radiante, la sin par,
virgen pura a quien Leonora los querubes llaman ahora
ya sin nombre... ¡nunca más!

Y el crujido triste, incierto, de las rojas colgaduras
me aterraba, me llenaba de fantásticas pavuras,
de tal modo, que el latido de mi pecho palpitante procurando
[dominar
"es sin duda, un visitante -repetía con instancia- que a mi
[alcoba quiere entrar;
un tardío visitante a las puertas de mi estancia...
Eso es todo, ¡y nada más!"

Paso a paso, fuerza y bríos fue mi espíritu cobrando:
"Caballero -dije-, o dama: mil perdones os demando;
mas, el caso es que dormía, y con tanta gentileza me vinisteis a
[llamar,
y con tal delicadeza y tan tímida constancia os pusisteis a tocar
que no oí" -dije-, y las puertas abrí al punto de mi estancia;
¡Sombras sólo y... nada más!

Mudo, trémulo, en la sombra por mirar haciendo empeños,
quedé allí, cual antes nadie lo soñó, forjando sueños;
más profundo era el silencio, y la calma no acusaba ruido
[alguno... Resonar
sólo un nombre se escucha que en voz baja a aquella hora yo
[me puse a murmurar,
y que el eco repetía como un soplo: ¡Leonora!...
Esto apenas, ¡nada más!

A mi alcoba retornando con el alma en turbulencia,
pronto oí llamar de nuevo -esta vez con más violencia:
"De seguro -dije-, es algo que se posa en mi persiana; pues,
[veamos de encontrar
la razón abierta y llana de este caso raro y serio y el enigma
[averiguar.
¡Corazón! Calma un instante y aclaremos el misterio...
-Es el viento - y nada más!"

La ventana abrí -v con rítmico aleteo y garbo extraño
entró un cuervo majestuoso de la sacra edad de antaño.
Sin pararse ni un instante ni señales dar de susto, con aspecto
[señorial,
fue a posarse sobre un busto de Minerva que ornamenta de mi
[puerta el cabezal;
sobre el busto que de Palas la figura representa,
fue y posóse - ¡y nada más!

Trocó entonces el negro pájaro en sonrisas mi tristeza
con su grave, torva y seria decorosa gentileza;
y le dije: "Aunque la cresta calva llevas, de seguro no eres
[cuervo nocturnal,
viejo, infausto cuervo oscuro, vagabundo en la tiniebla... Dime:
[¿Cuál tu nombre,
cuál en el reino plutoniano de la noche y de la niebla?..."
Dijo el cuervo: "Nunca más".

Asombrado quedé oyendo así hablar al avechucho,
si bien su árida respuesta no expresaba poco o mucho;
pues preciso es convengamos en que nunca hubo criatura que
[lograse contemplar
ave alguna en la moldura de su puerta encaramada, ave o bruto
[reposar
sobre efigie en la cornisa de su puerta, cincelada
con tal nombre: "¡Nunca más!"

Mas el cuervo, fijo, inmóvil, en la grave efigie aquella,
sólo dijo esa palabra, cual si su alma fuese en ella
vinculada -ni una pluma sacudía, ni un acento se le oía
[pronunciar...
Dije entonces al momento: "Ya otros antes se han marchado, y
[la aurora al despuntar,
él también se irá volando cual mis sueños han volado".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!"

Por respuesta tan abrupta como justa sorprendido,
"no hay ya duda alguna -dije-, lo que dice es aprendido;
aprendido de algún amo desdichado a quien la suerte
[persiguiera sin cesar,
persiguiera hasta la muerte, hasta el punto de, en su duelo, sus
[canciones terminar,
y el clamor de la esperanza con el triste ritornelo
de jamás, ¡y nunca más!"

Mas el cuervo, provocando mi alma triste a la sonrisa,
mi sillón rodé hasta el frente al ave, al busto, a la cornisa;
luego, hundiéndome en la seda, fantasía y fantasía dime entonces
[a juntar,
por saber qué pretendía aquel pájaro ominoso de un pasado
[inmemorial,
aquel hosco, torvo, infausto, cuervo lúgubre y odioso
al graznar: "¡Nunca más!"

Quedé aquesto, investigando frente al cuervo en honda calma,
cuyos ojos encendidos me abrasaban pecho y alma.
Esto y más -sobre cojines reclinado- con anhelo me empeñaba
[en descifrar,
sobre el rojo terciopelo do imprimía viva huella luminoso
[mi fanal
terciopelo cuya púrpura ¡ay! jamás volverá ella
a oprimir-. ¡Ah! ¡Nunca más!

Parecióme el aire entonces, por incógnito incensario
que un querube columpiase de mi alcoba en el santuario,
perfumado-. "Miserable ser -me dije-, Dios te ha oído, y
[por medio angelical,
tregua, tregua y el olvido del recuerdo de Leonora
¡bebe! bebe ese nepente, y así todo olvida ahora".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!"

"Oh, profeta -dije-, o diablo, mas profeta al fin, ya seas ave o
[diablo
- ya te envía la tormenta, ya te veas por los ábregos barrido a
[esta playa desolado
pero intrépido a este hogar por los males devastado, dime,
[dime, te lo imploro:
¿Llegaré jamás a hallar algún bálsamo o consuelo para el mal
[que triste lloro?"
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!"

¡Oh, profeta -dije-, o diablo! -Por ese ancho combo velo
de zafir que nos cobija, por el mismo Dios del Cielo a quien
[ambos adoramos,
dile a esta alma dolorida, presa infausta del pesar,
si jamás en otra vida la doncella arrobadora a mi seno he de
[estrechar,
la alma virgen a quien llaman los arcángeles Leonora!"
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!"

"Esa voz, oh, cuervo, sea la señal de la partida, grité alzándome:
-¡Retorna, vuelve a tu hórrida guarida, la plutónica ribera de
[la noche y de la brumal...
de tu horrenda falsedad en memoria, ni una pluma dejes, negra.
¡El busto deja! ¡Deja en paz mi soledad! Quita el pico de mi pecho
[de mi umbral tu forma aleja..."
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!"

Y aún el cuervo inmóvil, fijo, sigue fijo en la escultura,
sobre el busto que ornamenta de mi puerta la moldura...
y sus ojos son los ojos de un demonio que, durmiendo, las
[visiones ve del mal;
y la luz sobre él cayendo, sobre el suelo arroja, trunca su ancha
[sombra funeral,
y mi alma de esa sombra que en el suelo flota... ¡nunca
se alzará... nunca más!"

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