Solucion al concurso
Monet fue el precursor y creador del Impresionismo. Su principal caracteristica es renunciar a los detalles en un intento de captar la luz, los juegos luminosos. Esa luz huidiza y escurridiza que cambia continuamente. Esto permite ( siendo casi una obligacion ) que los pintores de esta tendencia hagan series de cuadros con el mismo motivo, pero a diferentes horas del dia o con diferentes tiempos atmosfericos.
Esto es lo que hizo Monet en su propio jardin, comprado y construido segun su gusto, un modelo muy especial, mas cambiante que cualquier mujer ( el cuadro enlazado es de Renoir, pero tiene relacion con el tema ), mas mutable que cualquier edificio, siempre unico y diferente.
Quisiera terminar este articulo con una ( extensa ) cita sobre Monet y su jardin, extraida de Cuba Literaria. Leedlo, vale la pena.Y termino diciendo que me gustan estos cuadros porque algun dia yo tambien quiero tener mi propio jardin hecho a medida, que no pintare sino que fotografiare, quizas sentado en una tumbona, rodeado de libros, con una bebida fria en una mano, una camara al alcance de la otra, y alguien sentada a mi lado, con los ojos cerrados, un gato en el regazo y una sonrisa en los labios pientas oye susurrar a las hojas:
" Monet descubrió Giverny, una pequeña villa en Normandía, en el valle de los ríos Ru y Epte, en la primavera de 1883. Había recorrido incansablemente toda la región buscando un sitio a donde huir de Poissy, la villa donde se había asentado con su familia dos años antes, y que sin embargo, había terminado por detestar, su paisaje, su luz, cada una de sus casas. Se mudó a Giverny con su extensa familia, los dos hijos de su primera esposa, y los cuatro de Alice Hoschedé, la mujer que había cuidado de Camille Monet en su lecho de muerte y que se convertiría en la segunda esposa del pintor, en su aliada y protectora durante treinta años. Los Monet encontraron la casa y el jardín de Giverny muy descuidados, un conjunto burgués, sin imaginación ni encanto alguno. Solo unos tilos, y una pareja de tejos a la entrada del camino, complacieron al pintor y a Alice Hoschedé. Hasta el final de su vida, Monet trabajaría incansablemente en el jardín, tratando de alcanzar el punto exacto en la densidad del color y en la textura del conjunto, cuidando hasta los más nimios detalles, que en la contemplación profana como en la pintura debían producir muy bien determinados efectos. Monet empezó a trabajar en el jardín con sus propias manos, pero cuando aquel floreció plenamente y no pudo dar abasto, recabó la ayuda de lo que llegó a ser un pelotón de jardineros, cinco, sin contar a su jefe, Félix Breuil, un artista él mismo en su oficio. El resultado fue tan espléndido que la fama del jardín se expandió mundialmente junto con la de Monet, y atrajo a Giverny en los últimos cristalinos años de paz antes de la Gran Guerra a una legión de artistas, diletantes y curiosos. Después de ver el jardín, Albert Kahn comentó: "Uno puede entender cómo tan gran jardinero se convirtió en un gran pintor". Todavía hoy, después de algunos años de abandono, el jardín de Monet puede ser admirado tal como era a principios del siglo XX. La Fondation Claude Monet abre el jardín al público La Fondation Claude Monet abre el jardín al público durante unos nueve meses cada añodurante unos nueve meses cada año, e incluso, le permiten a algunos pintores, previa solicitud, que realicen algunas obras en el lugar. No es extraño que muchos jóvenes pintores acudan a instalar su atril frente al estanque de los nenúfares, le bassin aux nymphéas, y se afanen escudriñando el misterio de aquel lugar y las mil gradaciones de la luz que solo el ojo de Monet ("Monet es solo un ojo, pero, oh, Dios, ¡qué ojo!", dijo Cézanne) parece que podía captar. Los espectadores ilustrados en la National Gallery, frente a Le Bassin... sueñan con un día de sol en aquel jardín, un día de verano, se ven caminando por el paseo a la salida de la casa familiar, ceñido por capuchinas, girasoles, margaritas, campanillas, dalias, espuelas de caballero, ásters y una profusión de rosas trepadoras colgando de los arcos de metal del parasol. La ilusión de los espectadores continúa, se ven atravesando le Chamin du Roy, el camino real, y la línea del tren, ("¡Monet tiene su propio tren!", se asombró Clemenceau) y siguiendo luego la ruta alrededor del estanque, el paseo que en primavera queda rodeado por filas de lirios, y que ahora custodian grandes y nutridos rosales y peonías del Japón, y aquí y allá cubren sauces llorones inclinándose lánguidamente sobre el agua. El estanque está cubierto de frágiles nenúfares africanos, como en los cuadros, pequeñas manchas rosadas en un tapiz verde, azul muy oscuro y negro. El paseo termina en el puentecillo japonés, a la sombra de los sauces, los fresnos, y Mme Kuroki, Claude Monet, Lily Butler, Blanche HoschedéMonet y Georges Clemenceaulos danzarines bambúes, desde donde el visitante puede mirar el agua como la pintó Monet en muchos cuadros, en plano picado, sin cielo, sin horizontes, sin orillas, sin perspectiva alguna, el agua donde un observador despistado solo vería los nenúfares dormidos en los islotes de sus hojas, la sombra de los árboles y de sí mismo, y el fondo lúgubre y espeso, y en el que Monet, sin embargo, vio el tiempo pasar, y la muerte.
En la colección de Madame Verneiges hay una fotografía de Monet en el jardín de Giverny, junto al estanque, en el verano de 1926, su último verano. Un día de pleno sol, el jardín en silencio, en el agua del estanque flotaban los nenúfares abiertos. Monet se ha quedado dormido. Sueña que está otra vez haciendo uno de aquellos insistentes viajes en tren, en 1883, buscando un lugar a donde huir de la horrible Poissy. En el sueño, el joven Monet se pierde, y llega a la estación de un lugar desconocido. En la pizarra no anuncian ningún tren. Monet ha olvidado a dónde se dirige, tiene la impresión de que alguien ha debido esperarlo en la estación, pero no recuerda quién, ni sabe a qué lugar iba a ser conducido. Llama a la ventanilla de los boletines. Lo atiende un viejo, el mismo Monet, pero envejecido, ruinoso, cegato, el Monet de 1926. "Si no puedes ver los nombres en la pizarra, entonces no pasará ningún tren a recogerte", dice el viejo al joven Monet. "Solo podrás marcharte de aquí cuando veas el nombre de algún sitio en la pizarra, no hay otra manera de saber hacia dónde vas. También podrías tomar otro tren, pero eso es complicado". El joven Monet regresa al banco. El viejo llega hasta él y se sienta a su lado. "Ánimo, es fácil, solo necesitas saber el sitio exacto al que deseas llegar". "Usted, al parecer, siempre lo supo". "Me costó, pero al final lo supe. A esta estación". Monet despertó. Muchos años más tarde, en una ciudad remota, un joven hermoso y melancólico escribiría esa historia de la estación sin saber que Monet ya la había soñado. El viejo pintor miró el jardín con sus ojos neblinosos, que después de la operación de cataratas, tres años antes, teñían el paisaje de un azul inexplicable. Monet había vivido demasiado. Había Monet había vivido demasiado...visto morir a Alice Hoschedé, a su hijo Jean, a su hijastra Suzanne. Era el sobreviviente de una generación ya extinguida, a lo largo de los años había recibido las noticias sucesivas de las muertes de Cézanne, de Pisarro, de Rodin, de Degas, de Renoir. Había visto la Gran Guerra, que ahuyentó de Giverny a la pequeña colonia de artistas y diletantes atraídos por su fama y la de su jardín. Ya no podía confiar en sus ojos, y estropeaba las obras que retocaba. Tenía un grave sentimiento de decepción por su propio arte. A su amigo Durand-Ruel le había confiado unos años antes: "Yo sé de antemano que vas a decir que mis pinturas son perfectas. Sé que cuando sean exhibidas van a ser muy admiradas, pero a mí no me importa, porque yo sé que son malas. Estoy seguro de eso". La mirada de Monet se hundió en el agua, herida por la luz de sol que se filtraba entre los sauces. Recordó su desesperación juvenil, tratando de atrapar la luz. "¡El sol se mueve tan rápido que no lo puedo seguir!". Nadie puede, en efecto. Alguien, que se había aproximado sin hacer ruido, tomó una fotografía del pintor meditando. "No importa el tren que tomes", pensó Monet, "cualquiera que tomes te sirve para llegar al sitio donde vas, al sitio donde vas a morir". Monet murió en Giverny, el 5 de diciembre de 1926. El jardín estaba aquel día devastado por el invierno, pero Monet murió, es de presumir, en el jardín que había pintado incansablemente, en el de Le Bassin aux Nymphéas. Muchos largos años después, en la National Gallery, los espectadores escudriñan Le Bassin..., examinan la gama de colores, estudian la orientación, el ritmo, la intensidad y la longitud de los brochazos, comparan los efectos ópticos a corta y a larga distancia del cuadro. Pero eso es pura técnica. Quién podría decir qué parte de esta historia atrae su atención y su ternura."
Esto es lo que hizo Monet en su propio jardin, comprado y construido segun su gusto, un modelo muy especial, mas cambiante que cualquier mujer ( el cuadro enlazado es de Renoir, pero tiene relacion con el tema ), mas mutable que cualquier edificio, siempre unico y diferente.
Quisiera terminar este articulo con una ( extensa ) cita sobre Monet y su jardin, extraida de Cuba Literaria. Leedlo, vale la pena.Y termino diciendo que me gustan estos cuadros porque algun dia yo tambien quiero tener mi propio jardin hecho a medida, que no pintare sino que fotografiare, quizas sentado en una tumbona, rodeado de libros, con una bebida fria en una mano, una camara al alcance de la otra, y alguien sentada a mi lado, con los ojos cerrados, un gato en el regazo y una sonrisa en los labios pientas oye susurrar a las hojas:
" Monet descubrió Giverny, una pequeña villa en Normandía, en el valle de los ríos Ru y Epte, en la primavera de 1883. Había recorrido incansablemente toda la región buscando un sitio a donde huir de Poissy, la villa donde se había asentado con su familia dos años antes, y que sin embargo, había terminado por detestar, su paisaje, su luz, cada una de sus casas. Se mudó a Giverny con su extensa familia, los dos hijos de su primera esposa, y los cuatro de Alice Hoschedé, la mujer que había cuidado de Camille Monet en su lecho de muerte y que se convertiría en la segunda esposa del pintor, en su aliada y protectora durante treinta años. Los Monet encontraron la casa y el jardín de Giverny muy descuidados, un conjunto burgués, sin imaginación ni encanto alguno. Solo unos tilos, y una pareja de tejos a la entrada del camino, complacieron al pintor y a Alice Hoschedé. Hasta el final de su vida, Monet trabajaría incansablemente en el jardín, tratando de alcanzar el punto exacto en la densidad del color y en la textura del conjunto, cuidando hasta los más nimios detalles, que en la contemplación profana como en la pintura debían producir muy bien determinados efectos. Monet empezó a trabajar en el jardín con sus propias manos, pero cuando aquel floreció plenamente y no pudo dar abasto, recabó la ayuda de lo que llegó a ser un pelotón de jardineros, cinco, sin contar a su jefe, Félix Breuil, un artista él mismo en su oficio. El resultado fue tan espléndido que la fama del jardín se expandió mundialmente junto con la de Monet, y atrajo a Giverny en los últimos cristalinos años de paz antes de la Gran Guerra a una legión de artistas, diletantes y curiosos. Después de ver el jardín, Albert Kahn comentó: "Uno puede entender cómo tan gran jardinero se convirtió en un gran pintor". Todavía hoy, después de algunos años de abandono, el jardín de Monet puede ser admirado tal como era a principios del siglo XX. La Fondation Claude Monet abre el jardín al público La Fondation Claude Monet abre el jardín al público durante unos nueve meses cada añodurante unos nueve meses cada año, e incluso, le permiten a algunos pintores, previa solicitud, que realicen algunas obras en el lugar. No es extraño que muchos jóvenes pintores acudan a instalar su atril frente al estanque de los nenúfares, le bassin aux nymphéas, y se afanen escudriñando el misterio de aquel lugar y las mil gradaciones de la luz que solo el ojo de Monet ("Monet es solo un ojo, pero, oh, Dios, ¡qué ojo!", dijo Cézanne) parece que podía captar. Los espectadores ilustrados en la National Gallery, frente a Le Bassin... sueñan con un día de sol en aquel jardín, un día de verano, se ven caminando por el paseo a la salida de la casa familiar, ceñido por capuchinas, girasoles, margaritas, campanillas, dalias, espuelas de caballero, ásters y una profusión de rosas trepadoras colgando de los arcos de metal del parasol. La ilusión de los espectadores continúa, se ven atravesando le Chamin du Roy, el camino real, y la línea del tren, ("¡Monet tiene su propio tren!", se asombró Clemenceau) y siguiendo luego la ruta alrededor del estanque, el paseo que en primavera queda rodeado por filas de lirios, y que ahora custodian grandes y nutridos rosales y peonías del Japón, y aquí y allá cubren sauces llorones inclinándose lánguidamente sobre el agua. El estanque está cubierto de frágiles nenúfares africanos, como en los cuadros, pequeñas manchas rosadas en un tapiz verde, azul muy oscuro y negro. El paseo termina en el puentecillo japonés, a la sombra de los sauces, los fresnos, y Mme Kuroki, Claude Monet, Lily Butler, Blanche HoschedéMonet y Georges Clemenceaulos danzarines bambúes, desde donde el visitante puede mirar el agua como la pintó Monet en muchos cuadros, en plano picado, sin cielo, sin horizontes, sin orillas, sin perspectiva alguna, el agua donde un observador despistado solo vería los nenúfares dormidos en los islotes de sus hojas, la sombra de los árboles y de sí mismo, y el fondo lúgubre y espeso, y en el que Monet, sin embargo, vio el tiempo pasar, y la muerte.
En la colección de Madame Verneiges hay una fotografía de Monet en el jardín de Giverny, junto al estanque, en el verano de 1926, su último verano. Un día de pleno sol, el jardín en silencio, en el agua del estanque flotaban los nenúfares abiertos. Monet se ha quedado dormido. Sueña que está otra vez haciendo uno de aquellos insistentes viajes en tren, en 1883, buscando un lugar a donde huir de la horrible Poissy. En el sueño, el joven Monet se pierde, y llega a la estación de un lugar desconocido. En la pizarra no anuncian ningún tren. Monet ha olvidado a dónde se dirige, tiene la impresión de que alguien ha debido esperarlo en la estación, pero no recuerda quién, ni sabe a qué lugar iba a ser conducido. Llama a la ventanilla de los boletines. Lo atiende un viejo, el mismo Monet, pero envejecido, ruinoso, cegato, el Monet de 1926. "Si no puedes ver los nombres en la pizarra, entonces no pasará ningún tren a recogerte", dice el viejo al joven Monet. "Solo podrás marcharte de aquí cuando veas el nombre de algún sitio en la pizarra, no hay otra manera de saber hacia dónde vas. También podrías tomar otro tren, pero eso es complicado". El joven Monet regresa al banco. El viejo llega hasta él y se sienta a su lado. "Ánimo, es fácil, solo necesitas saber el sitio exacto al que deseas llegar". "Usted, al parecer, siempre lo supo". "Me costó, pero al final lo supe. A esta estación". Monet despertó. Muchos años más tarde, en una ciudad remota, un joven hermoso y melancólico escribiría esa historia de la estación sin saber que Monet ya la había soñado. El viejo pintor miró el jardín con sus ojos neblinosos, que después de la operación de cataratas, tres años antes, teñían el paisaje de un azul inexplicable. Monet había vivido demasiado. Había Monet había vivido demasiado...visto morir a Alice Hoschedé, a su hijo Jean, a su hijastra Suzanne. Era el sobreviviente de una generación ya extinguida, a lo largo de los años había recibido las noticias sucesivas de las muertes de Cézanne, de Pisarro, de Rodin, de Degas, de Renoir. Había visto la Gran Guerra, que ahuyentó de Giverny a la pequeña colonia de artistas y diletantes atraídos por su fama y la de su jardín. Ya no podía confiar en sus ojos, y estropeaba las obras que retocaba. Tenía un grave sentimiento de decepción por su propio arte. A su amigo Durand-Ruel le había confiado unos años antes: "Yo sé de antemano que vas a decir que mis pinturas son perfectas. Sé que cuando sean exhibidas van a ser muy admiradas, pero a mí no me importa, porque yo sé que son malas. Estoy seguro de eso". La mirada de Monet se hundió en el agua, herida por la luz de sol que se filtraba entre los sauces. Recordó su desesperación juvenil, tratando de atrapar la luz. "¡El sol se mueve tan rápido que no lo puedo seguir!". Nadie puede, en efecto. Alguien, que se había aproximado sin hacer ruido, tomó una fotografía del pintor meditando. "No importa el tren que tomes", pensó Monet, "cualquiera que tomes te sirve para llegar al sitio donde vas, al sitio donde vas a morir". Monet murió en Giverny, el 5 de diciembre de 1926. El jardín estaba aquel día devastado por el invierno, pero Monet murió, es de presumir, en el jardín que había pintado incansablemente, en el de Le Bassin aux Nymphéas. Muchos largos años después, en la National Gallery, los espectadores escudriñan Le Bassin..., examinan la gama de colores, estudian la orientación, el ritmo, la intensidad y la longitud de los brochazos, comparan los efectos ópticos a corta y a larga distancia del cuadro. Pero eso es pura técnica. Quién podría decir qué parte de esta historia atrae su atención y su ternura."
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mariella -